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"Historias de aparecidos": el caso Azucena Villaflor y los 35 años de la primera ronda


A 35 años de la primera ronda llevada a cabo por las Madres de Plaza de Mayo frente a la Casa Rosada, mucho se ha dicho sobre la figura de Azucena Villaflor, una de las fundadoras del grupo originario que dio vida y cuerpo a uno de los organismos de Derechos Humanos más vitales y dinámicos de la Argentina.
De ella se sabe que formó parte de una familia de militantes sindicales, cuyo activismo de base se desarrollaba en el sur del Gran Buenos Aires. Raimundo Villaflor, fundador del Peronismo de Base (PB) y participe en el tiroteo ocurrido en el Bar la Real de la localidad de Avellaneda en el que murió el sindicalista Rosendo García, baleado arteramente por sus propios compañeros de militancia,  y el dirigente Domingo Blajaquis, hombre de la Resistencia Peronista contra la Revolución Libertadora (Fusiladora). Un crimen político que diera nacimiento a una de las investigaciones periodísticas más originales de la década del sesenta: “¿Quién mató a Rosendo?”, de Rodolfo Walsh.
Raimundo Villaflor fue uno de los artífices de la CGT de los Argentinos, e inspiradores del sindicalismo combativo en la zona sur. Fue detenido y desaparecido en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA) a medidos de 1979, al igual que su hermana Josefina y su prima Azucena.
Sobre esta historia, y el derrotero de lo que se llamó dentro de la ESMA el Grupo Villaflor, hay abundante bibliografía en librerías o sitios “on line”. Incluso sobre el itinerario de la propia Azucena Villaflor que, de ser una madre que se dedicaba a trabajar y a cuidar de su familia, debió salir a enfrentar a la dictadura cívico-militar más atroz que haya incursionado en el poder en la Argentina, cuando secuestraron a su hijo Néstor De Vincenti. ¿Habrá pesado su tradición familiar. El seno de una familia peronista. Una matriz político-cultural que la signa en los más profundo de su pensamiento?
La síntesis: el secuestro de Néstor y su esposa Raquel Mangín, miembros de la Juventud Peronista, el reclamo de Azucena, ocurrido el 30 de noviembre de 1976, el inició de la búsqueda. Azucena se dirige al Ministerio de Interior y logra reunirse con el cura Emilio Grasselli, de estrechos vínculos con la Marina, y un resultado negativo. Allí conoce a otras mujeres que, también,  estaban buscando a sus parientes desaparecidos. Organizan la primera marcha el 30 de abril de 1977. La infiltración de Alfredo Astiz, como medio para señalar a las madres más activas en el reclamo. Su secuestro ocurrido el 10 de diciembre de ese año. Su cuerpo es arrojado al mar en los denominados vuelos de la muerte.
Los cuerpos que aparecen
Una extensión de la Facultad de Periodismo y Comunicación Social de la Universidad Nacional de La Plata (UNLP), a través de su cátedra de “Televisión”, dio origen a una investigación que permitió el hallazgo, más de 26 años después, del cuerpo de Azucena Villaflor.
Ocurrió a comienzos de 2001, cuando un grupo de alumnos de esa materia propuso a uno de sus docentes, Pablo Torello, realizar un documental sobre lo que era vox populi entre los pobladores de la localidad costera de Santa Teresita: la aparición, en las playas de la comuna, de una serie de cuerpos entre los años 1977-1978.
Lo que en un principio solo era la sospecha, o la construcción de un mito pueblerino, concluyó con el hallazgo y posterior identificación de Azucena Villaflor, la monja francesa Leoni Duquet, Esther Balestrino de Careaga y María Ponce.
Los cuerpos, sepultados en una tumba NN en el Cementerio de general Lavalle, fueron exhumados por orden de la justicia e identificados por el Equipo Argentino de Antropología Forense a mediados del año 2005.
El proceso que los alumnos, junto a Pablo Torello, habían iniciado a comienzos de 2000 con una primera versión fílmica denominada “Playas del Silencio”, concluyó con una versión acabada en la que “Historias de aparecidos” se erige en un emblema de la investigación periodística documental.
El reconocimiento al equipo de trabajo, el que este cronista integró en su última etapa de rodaje, llegó con algunas adversidades y no porque este grupo intentara acaparar la gloria de semejante hecho histórico, sino porque que al igual que Rodolfo Walsh, salvando las distancias y la irreverencia en algunos matices, permitieron hallar los cuerpos, señalar el lugar en el cual los testimonios directos de Santa Teresita y el partido de la costa, dijeron que se encontraban los cadáveres que devolvía el mar.
Walsh en su investigación denominada “Operación Masacre”, a la cual los medios de la época dieron poco trascendencia, confirmaba que los fusilamientos de José León Suárez habían ocurrido al margen de la Ley Marcial. Torello con el equipo de docentes, periodistas, alumnos e investigadores, confirmó que en General Lavalle había tumbas NN, que había documentación gráfica y escrita que avalaba esta hipótesis y que ello venía a explicar, como pensaban muchos militantes de la época, que los cuerpos de numerosos detenidos-desparecidos habían sido arrojados al mar en los denominados vuelos de la muerte.
El aporte del equipo de investigación, rodaje, producción periodística, entrevistas, montaje, que integraron Pablo Torello en la Dirección y Guión, Simón García Mayer, Martín Moreno, Gustavo Friederichs, Tomás Fernández, Gustavo Giorgetti, Walter Barboza, en la producción periodística, entrevistas y producción ejecutiva, y Pablo De Feo en el montaje, hizo un fenomenal aporte a la recuperación de la memoria colectiva, el esclarecimiento de la verdad histórica, y a la construcción de una corriente estética, e investigativa, que hoy continúan profundizando.
Este cronista recuerda en el invierno de 2005 algunas de las repercusiones sobre la trascendencia, el significado histórico y la dimensión jurídica y política de este trabajo. Ojala la historia a secas pueda reconocerlo ( http://www.pagina12.com.ar/diario/elpais/subnotas/53809-18029-2005-07-17.html).

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